Contaba entre sus construcciones una hermosa iglesia, con atrevida bóveda de cantería, (muy parecida a la Iglesia de S. Pedro), así como, regulares celdas y dependencias bien ordenadas y construidas. En su altar mayor, cubierto con bonitos azulejos, estuvo nuestra señora de Monteceli, San Francisco, y San Pedro de Alcántara. Era notable su sillería tallada, que una partida de carabineros que allí estuvo, quemó en medio de la iglesia. En el exterior dos capillas, a las cuales iba a parar el Vía Crucis, que recorría el frondoso alcornocal. Y en el interior otra capilla la de San José. Y hasta un molino harinero para uso de la comunidad. Sus imágenes están repartidas de la siguiente manera Nuestra Sra de Monteceli (anterior al renacimiento) se encuentra en el Convento del Palancar; el crucifijo, el Padre eterno y la Dolorosa en Perales, la imagen de San José en el oratorio de los Sres Guillenes, dos imágenes de San Francisco de Asís en San Blas y en la Iglesia de Gata.
Entre los pueblos cercanos, el de Gata fue el más devoto al Convento, tal era el amor de la Villa a su Convento, que peregrinaban al menos tres veces al año (al principio de la cuaresma, el 2 de agosto, y otra el 4 de octubre) y en él se enterraban muchas personas, o compraban los hábitos de los frailes para su mortaja, y daban limosna para misas y oraciones.
En un acta del Ayuntamiento de 1839 se dice lo siguiente “El edificio del convento se halla en un estado deplorable, causado por la extracción de teja, puertas, cerraduras, rejas y candados, y por dormir el ganado en las celdas, además a este despojo, se le unió la sed de riquezas de los que soñaban con los tesoros que se dijo que habían dejado allí ocultos los frailes, por lo que para buscarlos utilizaron la piqueta y hasta la pólvora.
Como buena vecina de Gata, y por eso de la tradición y la devoción, lo he visitado al inicio de la Cuaresma. Su estado, tal y como contaba D. Marcelino Guerra Hontiveros, sigue siendo ruinoso, aun habiéndose invertido en su limpieza y acondicionamiento. Las columnas y los arcos resisten el paso del tiempo como plantados en el suelo, y aún se puede intuir la serigrafía de sus paredes, pero la maleza avanza rápida, y alguna “partida de animales”, diferentes a los de antaños, han debido dormir y hacer fuego en su interior. Pero no son estos motivos suficientes para dejar de visitarlo; sin duda, en este “valle privado” encontré el preciado tesoro que dejaron los Frailes… en este exquisito entorno, es fácil aislarse, ocultarse de todas las miradas, y encontrar la quietud que tanto ansiamos.